Niños bañados del teñido rojo del esparcir de la avena...
Temblando están las banderas del tiempo, estrellas fugaces que siguen dejando misterio y soledad; soñados comandos que dejan su señal en la historia marcada con su líquido vital, niños opacados sin compasión. Niños bañados del teñido rojo del esparcir de la avena, petardos fugaces que han marcado con el filo del plomo nuestro mundo, guerras que aun vivimos en el interior de cada masa gris. Se oye a lo lejos el casquillo de la AK47, atravesando otro cadáver, otro cadáver que quedará en el olvido de nuestros pensamientos. El tanque es como la ballena que acaba en un rato con los bancos de peces, las pisotadas del camión de guerra dejan rastros de arena roja, el cielo se torna negro, los árboles sirven de camuflaje para el plagio. Que hemos hecho hermanos, seguimos matándonos unos con otros, no puede ser que pasemos otro siglo de destrucción y matanza de niños inocentes. Abramos la mente a un nuevo comienzo, que el lienzo de las montañas siempre nos abrigará. Cada semana que pasa es como el dominó, nos jugamos la vida para poder trabajar, nadie está a salvo en este tiempo, ni los buitres se salvan de la escopeta de la muerte, digamos que nosotros solo somos mentes inertes en este orbe de suicidio...
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