Pubis de vellos apacibles,
pubis de bellos parajes,
vives en casa de pesadillas,
vives en caza de lujurias.
Allá, rallas el orégano,
aquí, rayas al colmillo infausto;
se observa:
claro, oscuro,
traslúcido, obscuro,
claroscuro el aroma de tu piel.
Mentiría, si digo que no te pienso:
es irreversible el credo de tus campos,
es irrevocable la nota que escribo,
es insolente de mi parte el escribirte.
Embargo y sin embargo, la noche me castiga,
noche negra vestida de luces rojas,
que portando la enagua del insomnio,
muerde a dentelladas las nalgas
de aquella amapola que perdió lo perdido.
─Enardezco cuando la mierda en su letrina,
estropea el verso del fruto del olivo.
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