Delirando frente al talismán del invierno que no cesa...
Caminando sin destino, pisando la hojarasca con el zapato del todo, machacando los cinceles que esculpieron los árboles de piedra, soplando las campánulas de la lámpara que no tiene luz propia, guardando los puñales del ajetreo del mundo. Frente a ti, los mausoleos de los judíos que murieron en la trinchera, ojos que vieron lo que a sus espaldas pasaba, desnudos y amordazados por la justicia ciega. La caja de Pandora se abre y todo lo que encuentra a su paso es demolido como edificio sin buena base. Bajo el fuego de la llama del Ecuador, pasan los aviones transportando maderos y desechos bioquímicos en la burra humana. Vi el cielo y no lo vi azul sino gris, lleno de mecates que lo apretaban como trigo a su suelo, pero en silencio lloraba como niña recién nacida, fingiendo que las lágrimas mismas eran dolor interior; y así fue como la espada se transformo en Excalibur y ahora castiga al mundo como verdugo con hacha en mano. Ruedan cabezas junto a la rueda de la carreta vieja, mientras en la calle sin tregua la lluvia apaga el polvo humano. Loco, si, loco por no saber el destino que espera en las oscuras calles de mi mente, delirando frente al talismán del invierno que no cesa...
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