La vigilia perenne cosiendo el sueño en el telar desnudo de las pestañas...
André Cruchaga.
Cosechando abecedarios desde la mismísima tinta del tintero, tratando de enaltecer la faena del obrero explotado; provocando ruido quizá en los oídos de la industria, pero aun así, no me detendré, seguiré descubriendo y construyendo runas que levanten al caído. ¡Hoy me pagan dice el obrero!, pero ni se da cuenta cuando una centella le arrebata su rato de gloria. Al fin y al cabo los de la clase baja somos los que pagamos los errores de la clase alta, tal vez, no sea lo correcto, pero la diferencia es: En que el obrero es humilde, sincero, honrado, aunque no tenga el suficiente grano básico en su alacena. Siempre trabajando arduamente aunque el maldito trabajo lo esté destrozando como un globo, al que un pícaro alfiler lo explota fácilmente. A veces pienso que los suburbios son pequeños fragmentos en los mapas de los altos empresarios, no les importa lo que el pobre piense o intuya, somos una pulga en su mundo, somos lo que cualquier rico pensaría que somos, pero, en el orden de las cosas somos nosotros quien alimentamos a los más fuertes sobre la tierra: Cultivamos para cosechar el grano básico, cosemos para llevar el abrigo al mendigo rico, soportamos los perennes insultos del contratante. Sin embargo, no agradecen la sangre que derramamos en el día a día encima del taburete de púas que nos ponen como asiento...
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