Irrazonable la batalla que libran los peques en el abismo ensimismado...
El árbol nació y se convirtió en una roca nada más, no se mueve, solo se sacude de los problemas y los envía a la calle de ilusiones, la calle que no acoge al bebé más tierno, en cambio lo destruye como pelotas frente al clavo. Veo la sombra del niño flagelado, fría, sola, entrecortada por el azote de las manos mediocres, manos que no saben que están golpeando el futuro del orbe, orbe que está lleno de violencia absurda. Irrazonable la batalla que libran los peques en el abismo ensimismado, si su trabajo es nada más estudiar, no trabajar para el holgazán que se encuentra dentro de la casa de ladrillo o cartón. Parece que toda la culpa la tiene el peque, pero no es así, él no escogió venir al mundo, sino que entre dos lo trajeron. Huyo del presagio, de la manera en que se esconde la avestruz de los problemas, odio al caballo cuando relincha encima del pasto, desecho las piedras que golpean el vidrio. El abismo en que viven los pobres niños, se parece a un mundo virtual, no existe, simplemente es solo un tropiezo que al final nada más pagará el progenitor, al ver que su hijo se ha convertido en un vil asesino, ladrón, violador; razón por la cual el martillo de la justicia eterna, golpeará con fuerza al clavo que se dobló y no pudo soportar las pruebas de la vida, aquí en el orbe transitorio del arcoíris...
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