Llueve en lo más profundo del pantano, llueve en silencio...
Llueve en lo más profundo del pantano, llueve en silencio ruidoso, el taburete gotea sangre, la lámpara se apaga frente a tus ojos, el cielo llora en mortajas el ácido, el camino se vuelve cenagoso, los pinos atraen aves con piedad, las túnicas del mendigo se tiñen de blanco, los claveles se lamentan, las campánulas temen desaparecer. El calor del cuerpo de la Tierra se vuelve frío como trozo de hielo; enfrente del diluvio que no dura más de 10 días estamos, tratando de sobrevivir, tratando de inmovilizar el cauce de la delincuencia, tratando de permanecer de pie junto a los laureles de papel. Respiro, ─Respiro: aceite, moho, lodo, gotas de aire─, espero que la laguna se muestre inefable ante el arpón del pescador, espero que la tristeza del muelle se llene de alegría por la llovizna de piedad, que cae sobre sus tablas ya carcomidas por los clavos del tiempo. No escucho nada, solo la sinfonía del ruiseñor que llora por su nido destruido, por su carne entrecortada. Bajo la capa del manto ecuánime, que acoge mi cuerpo, estoy ahora tratando de envejecer como un rayo, pero la lápida del mundo no deja hacerlo, no deja que los segundos del reloj de la vida se multipliquen como virus mortal. A menudo olvido que los muelles están llenos de algas que contaminan el pulmón humano, fenezco ante está lluvia ensimismada...
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