A menudo, el fuego acecha nuestro templo
y flagela la córnea del andar descalzo.
Cuando me he visto volar
he observado al torogoz
como hace huelga contra los trenes;
también le he visto los colmillos al Sol
y los senos a la Luna cuando se baña
en los cráteres de mi silabario ecuestre.
A veces en los confines del guijarro
el pálpito olvida que estoy allí
y a veces mis venas arden
junto a la hojarasca del candelabro.
Me veo próximo a caer en el abismo del pubis
cuando su estufa arde y el vapor estremece mis poros.
Mi vuelo se acerca a las alas del fénix
ya acaricio cenizas con mis pupilas
y hoy el clítoris de la hoja
ya arde en mi lengua del resuello.
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