Mientras el juez falla en sus altercados, la doncella plañe en su lecho...
Ocupando la máquina del tiempo, para remontar los hilos de la rueca que fue sacrificada, sacrificada en hojas de engaño oscuro, oscuro en la noche, oscuro en el día. Simplemente los corceles de la cabaña fueron sepultados como liebres acosadas. Las dos montañas que se unían en el lecho de la felicidad, ahora son nada más dos espejos rotos por el oblivión del sonido del pecado. Frente a mí, la olla que fue derretida por la herrumbre del sobado hierro forjado con malos pensamientos. La Luna fue testigo del sufrimiento de la hojarasca aplastada por el tizne del falo mediocre. Ahora que pienso en las tejas del tiempo, solo veo espejos que me dicen: "No hay justicia en la tormenta de plomo"; mientras la cueva del león no se descubra, la honra de la viajera de arena permanecerá en las tumbas de Egipto, harapada, enrollada, sacudida, entristecida como la esfinge que no le descifran su acertijo. Los abanicos inocentes ocupan un lugar en la puerta también, son la llave del futuro, son el crepúsculo de noche, son la llama que no se apaga, son la venida de la primavera, son el fruto de la vida. Estoy escondiendo el filo de la espada, mientras el juez falla en sus altercados, la doncella plañe en su lecho: dolor, orfandad de su fruto, cuchillos sin filo, destinos destruidos, oro enmudecido...
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