Sobre el riel del polvo transita el tranvía...
Yo obedezco al polvo pululante, obligadamente por las palomas de piedra; deslizo sobre los pedestales del camino que no tiene fin, doblego mis piernas para poder ver al granito de arena que golpea mi cara sin cesar. Sobre el riel del polvo transita el tranvía que lleva todos los féretros antiguos, inmenso, grande, terrible. Yo no sé quién soy, y tú; déjame en paz martirio de hielo y sospechas; déjame en paz, no deseo que te poses sobre mi sien para poder ver que la vida mundial es un silencio en boca de ballenas. No temo a las espadas de fuego ni a los claveles de sangre; como siempre he mordido la punta del polvo, pero nada más la punta, porque no hay que ser codicioso en manteles de lana. Veo la caña que elude al viento, porque no tiene como defenderse de la imagen de la contaminación que se extiende sobre su cabello y cuerpo desmembrado. Obligo a la pluma a transitar sobre los rieles del mundo, trayendo consigo las lámparas que destellan luces oscuras, bajo el clímax del jadeante ser humano. Raro es el que no piensa en el polvo que viene de sus entrañas, raro el que piensa que es el mayor ser humano del mundo, raro el que piensa que nada más él vive en este orbe de canciones sin tono. Rápido como trueno muere a cada segundo el árbol más errado, pero al fin y al cabo somos polvo, y en polvareda nos convertiremos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario