Si tú eres la marea matutina,
yo soy el grito del primer pájaro...
Octavio Paz.
Delirando con ojos cerrados estoy en la prisión de mi cerebro, mordiendo la gota de sudor en el párpado ya entumecido, insistiendo y fingiendo que el vuelo de la libélula no es un vuelo sino una avioneta que anuncia la llegada de la cascada sin movimiento en falso. Sin mis palabras tuviera una odisea en el décimo sentido, si las vacas volaran y los búhos caminaran tendríamos un tiempo más para pensar, solo digamos que la ventana del ciego es una puerta más grande que la del que puede ver. El movimiento en falso de un tigre puede estremecer al buitre, el caminar de una tortuga puede aturdir a un conejo, el cabalgar sobre las agujas del mar es ecuestre, el cerrar los ojos y medir las intenciones que tenemos es bastante útil. Sin la cruz que cargamos en el mundo no seríamos sino unos pájaros sin alas, unos delfines sin aire, unos caballos sin dueño. Pienso en la armadura del mendigo, pienso en la tortura del águila, pienso en la exterminación de los cántaros del cielo, pienso en la sequía de Brasil, pienso en la pobreza de la India, pienso en la torpeza del trono, pienso en las guerras que ya estamos viviendo, pienso en la oscuridad que poco a poco le gana a la luz, pienso en las cosas que pudiéramos hacer en un mundo sin corrupción, pienso en la tormenta que se avecina no de agua, sino, de una venida sin movimiento en falso...
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