Didáctica pobre en el silencio del lápiz...
Me remonto a los años pasados, donde las enseñanzas eran gotas de lluvia clara y enardecida. Enseñando sobre el siglo de los pañuelos blancos y cuadernos de cartón, la gaviota vieja. Culminaron mis palabras y dejé a la intemperie mis deseos de aprender lo que no veo en los actuales profesores. Disfruto cuando veo a un buen profesor enseñar en su escuela blanca, mientras el otro que no posee la verdadera pasión por la profesión deja sus entrañas en el sueño y en la simplicidad de su escuela gris. Ruego a las caligrafías y a las ortografías que se fijen bien en los escritos de los sabios, que aun siendo sabios tienen errores en sus filosofías. Veo un mar gris en la enseñanza del suburbio, veo un mar que tiene fin, veo un mar de errores aun en lo urbano. Yo no soy ningún profesor, catedrático, teólogo; pero no necesito ser un sabio para darme cuenta de la negrura en el cerebelo sin cerebro. Tal vez caiga mal, pero el agua mansa a veces tiene que ser turbulenta, para que se sepa digerir por los que la toman. Dirijo mis canciones a los pianos que aun no tocan su tecla positiva, cambio mis notas para dar sinfonía a los sonidos del cerebro con cerrojo. Didáctica pobre en el silencio del lápiz, mientras aquel copia en su examen; el verdadero profesional hace el esfuerzo de contestar positivamente con lo que sabe, siendo este un profesional dedicado en el futuro...
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