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viernes, 28 de abril de 2017

Cuando la fábula se sale del libro


En mi biblioteca encontré un roedor,
dijo que venía de un país llamado Manoson.

Traía en sus manos varios textos,
muchos de fábulas, otros de cuentos.

Al verlo, le pregunte con asombro:
─¿Cómo haces para cargar tanto libro?

Él me dijo:
─¡Yo no los cargo, ellos me cargan!

─Es absurdo lo que me dices ─le dije─.

El ratón sonriendo respondió:
Es más absurdo lo que me preguntas. 

jueves, 27 de abril de 2017

Quimo


Me refiero a los pájaros enmohecidos del alba.
Me refiero a los ataúdes inclinados como palos de golf entre la niebla.
Me refiero al velamen, al ciprés crucificado en medio de un plato de hojarasca.
Me refiero a los rostros líquidos almacenados en el pronto pubis del vacío.
Me refiero a la congoja y a sus botas manchadas con grandes cantidades de opio.
Me refiero al malestar de las cloacas, al éxtasis gástrico de las letrinas.
Me refiero al pan ganado con el sudor del cuchillo.
Me refiero a los hospitales donde la salud es una vieja vestida de negro.
Me refiero a los espejos, a las alas escondidas de las piedras líquidas del horizonte.
Me refiero a vos, como el presente o como el ayer que es hoy.
Me refiero a los vitrales y a la ignorancia espectral rellena de incienso.
Me refiero al tronco donde los escarabajos trabajan como bueyes y nadie les paga un cinco.
Me refiero al tocadiscos de la deshora, a las puertas abiertas del cementerio marino.
Me refiero al desierto, a las olas escupidas por gárgolas y murciélagos de tizne.
Me refiero a las llaves de la muerte. Me refiero a usted y a su flagelada piel.
Me refiero a los relojes que habitan en la garganta.
Me refiero a todo lo que han tragado mis ojos.

miércoles, 26 de abril de 2017

Saliva irreconocible


Cada quien es consciente de la zarza y de los escupitajos que dejan caer los pájaros en forma de espectros cauterizados. Subimos escaleras como el polvo lo hace mientras cae la lluvia sobre el tejado de los párpados. Cada día es sinónimo de telarañas tejidas con plumas abiertas a la sombra del álamo. Nos atormentan las hojas con su saliva irreconocible. ─Ya no sabemos en dónde quedan nuestros ojos, si acaso en los caminos donde se esconde la ignorancia en su carapacho de alambique. ¿En qué oído se quejan los metales? ¿En qué corazón caben las osamentas y la luz carcomida de los periódicos? Se hace tarde y la cigüeña lleva en su pico el único ojo de los bosques que sueñan despiertos.