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jueves, 30 de junio de 2016

Poema disuelto en una copa


Frente al viento amordazado, la sartén nos devuelve el alfabeto en brasas,
el periódico viene hinchado y el centelleo de tortugas suena como reloj del alma.
Hablan, musitan las ventanas al palpar la niebla y sus mermeladas ululan.
(Dinos muerte, muerte purpúrea, muerte de colores o arcoíris desgajado,
ahí se nos obliga a escuchar con la nariz y a comer nostalgia del manantial extinto.)
Aquí también nacen flores, flores negras, flores diáfanas, vergel del poro.
─Susúrranos, amor, llena el ánfora de angustia o de aquella esperanza tirada al charco.
El rumor atrae espejos, pájaros, incluso espantapájaros saben carretear hacia al abismo.
Conozco una mujer que a veces se vuelve reloj de arena,
ella no sonríe, ni oculta su enojo al oler las rosas sin olor del tiempo,
ella conversa y repica al compás del invierno saturado de herrumbre,
mientras dirige su mirada a la mirada desvanecida de un caracol ecuestre.

miércoles, 29 de junio de 2016

La existencia es otra...


(¡Y por qué no hablar de gaviotas!
Aquellas cuyas alas son trenes transportadores de arcanos.)
El horizonte se abre y no es como cualquier orquídea sembrada en los andenes,
las nubes observan el paso de la vida a través de sus cuerpos orgullosos
y mecen los triángulos que son ojos para los pulpos de la baraja.
Caminas zigzagueantemente como abeja de flor en flor, de esquina en esquina,
sin pensar en la borrasca o en las miradas que haz de quebrar; pareces astro,
lo he dicho hoy y en otra vida, pareces agua de un manantial recóndito,
pareces el universo mismo moviéndose en la palma de mis ojos.
Todos critican tu mundo, tu falda larga, tu espalda hecha de ixcanal
y no conocen ni tan siquiera una pizca de tu aliento recorriendo sus lenguas.
¿Acaso han tenido la oportunidad de navegar como yo lo hago entre tus piernas?
Escribo que lo sigo haciendo, aunque la catástrofe invada mi lenguaje,
aunque el poema sea la única manera de hacerte mía.

martes, 28 de junio de 2016

Sepultura


El viento resuella como un niño al tocar la piel del charco.
Cada día el crepúsculo nos devuelve ese instante color naranja,
anuncia el vacío, una ola perdida entre lo inexplicable;
la muerte ha usurpado su nombre.