Los días están llenos de sótanos inversos.
El cielo es un manicomio donde el hollín erige
su castillo.
En cada cama hay cuchillos con arcoíris
sangrando,
en cada ojo brilla la ergástula que nos enseña
sus dientes
y procede a morder la sombra que nos sigue a
todas partes.
(Estoy
partido en fragmentos, cada parte yace en diferente charco,
ahora
mis restos pertenecen a cinco tumbas sin cavar.)
Estuve como una rosa casi sin aire bajo los
escombros
y solo los escarabajos daban su aliento para
retrasar mi partida.
Las paredes tienen heridas y ya no escuchan lo
que nosotros decimos.
Pronto pasaremos a la historia, o la historia
pasará por nosotros,
aunque sepamos cómo acabar con toda esta loca monotonía de heces.
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