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miércoles, 31 de julio de 2013

Epístola con resaca


Grises los domingos
cuando la resaca ataca
y en mi cocina pasan 
de amarillo las ratas,
me visto de harapos
y forcejeo los gazapos
que duermen a la orilla
alojados en la villa,
entre tanto la vigilia
hace maravillas
de muchos pajarillos
que viven del vacío,
camino entre líos
y agarro de los pelos
los encachimbados tíos
que quitan a los pobres
sus únicos cartones,
sillas se lucran del navío
y las alondras mueren
ahogadas en el río
y sus glóbulos hieren
en las raíces del ingiere
que también con inocencia
mueren al ras de la violencia.

martes, 30 de julio de 2013

Vorágine


Aquí en este punto ciego de la autopsia:
la calígine que da vuelta alrededor del páramo,
está loca y yo finjo estar vivo dentro del núcleo.
Todavía sigo en la enmarañada cascada de los petates,
sigo bajo la tormenta de tiznes y herrumbres del sistema;
pero no olvido de donde provienen mis calcañales,
ni tampoco la procedencia de los estertores
que llegan del cactus como vendavales taciturnos. 

Pienso en el trabajo que le doy a la banqueta,
soportarme tal si fuera, ¡si fuera!, un grillete;
no dudo que finge no estar ahí cuando escribo
ni cuando de mis vértebras surgen lágrimas. 

Pobre banqueta, pobre de mí, pobre de ella
que sigue bajo la tutela de un loco sin causa,
uno que quizá ya este fuera de control
y las camisas de fuerza ya no le detengan. 

Mientras al otro lado del río, el guijarro,
ese que sufre de vértigos y espasmos
que lo están llevando a convertirse en nada;
coge el pañuelo de cartón
y hace figuras con la escarcha caliente
que brota de sus ojos a punto de tumbos. 

Por eso, desde aquí donde la aurora no llega
y el Sol es un ser utópico y una ilusión sanguinaria:
sólo yo y mi banqueta, gritándole al silencio etéreo.   

lunes, 29 de julio de 2013

Posesión


Ya no me basta tu piel
para saciar mi sequedad,
quiero amarte desde adentro
y morir atrapado en tus venas
atado al grillete de tu fluido vital. 

Trenzaré mis ataduras por todo tu cuerpo
y estaré en todos tus fragmentos, 
conoceré tus más recónditos deseos
y besaré tus labios a la hora que pretenda. 

Acaricio suavemente tus muslos
mientras navego por tus senos,
transito al son de tus latidos
y camino sobre tu boca.

Soy todo un arroyo que cura
tus más terribles heridas;
pero siento como sufres
y como la lluvia te corroe
al ras de una ráfaga de fragatas
que atormentan con sus cañones
a los poros que ahora sueñan en mí.

Sin duda:
amaré mientras ames,
existiré mientras existas,
pensaré mientras pienses
y moriré mientras mueras.

Pero no olvides el pacto
que hicimos bajo el umbral
y aunque mañana fenezcas
seguirás siendo solo mía.

¡No te sientas manipulada!
Solo quiero que sepas:
por quién vives y por quién mueres, 
por eso ahora escribo a través de ti.

viernes, 26 de julio de 2013

Títere


Aquí en las cadenas de hilo que me dirigen:
sólo la conexión semejante a mis insomnios,
sólo el margen que permite a mis andamios
despegar con turbinas de hojarasca
y alas de cieno que rompen la ergástula
en los a menudos del ajetreo del sistema. 

Pero, ¿qué hago en esta banqueta de púas?
Acaso espero el rumor de aldabas y llaves,
acaso espero el oleaje que irrumpe
y desespera el sonambulismo de mis petates;
no sé, tal vez encuentre en vos una centella
que penetre en el trasfondo del iris de mis letras
o abra la jaula donde los espectros se suicidan.

No logro convertir mis lumbres en penumbra:
solamente la sombra sostiene el hollín de la queja,
solamente la poesía aguanta con todo el péndulo,
solamente en el verso, el beso de la brújula de las bandurrias
y el viento que hace escuadra con nuestros vértigos inconclusos.

jueves, 25 de julio de 2013

Hacia el mar


Se nos hizo agua la noche
y bajo la sombra de los arrecifes
tuvimos que aprovechar las algas
para hacer enredaderas
al ras de nuestros cuerpos;
ahora somos parte del mar,
mas no podemos
dejar de ser humanos
y vivimos como pirañas
encerrados en esta caracola gigante.

Sucede que ni siquiera sé si existo
o que mis pensamientos son claros;
pero en cada estrella de mar
-que transito-
solo la bruma en mis aletas,
solo el sigilo de las esporas,
solo el ciprés en mis ojeras.

Hay sin duda en este abismo de asfixias:
la ocurrencia que habita en mis párpados,
el mirto que hojea las páginas ante mis vértigos,
la médula que pone en jaque a mis poros
y la barcaza noctámbula que nos trajo al océano.

miércoles, 24 de julio de 2013

Preludio


Aquí, mientras la marea sube junto a los pulpos egoístas de las rocas, solo el inicio de la ópera, que finge ser el pálpito de la saliva de los arrecifes; la pupila de los tumbos se hace más leve y hiere la dignidad de las arenas en declive. Pero en fin, ¿qué es lo que espero?, ¿qué es lo que esperas?, ¿qué es lo que esperamos de las runas que marcan el pómulo de las lunas? Acaso agarramos plumas y hacemos alas del guijarro más próximo a navío; no sé, tal vez en las páginas que amarillean las entradas de la aurora, solo escuchemos a los espectros que sollozan por sus fuegos fatuos o solo el tormento de la tormenta que arrasa con el cartón promiscuo de las codornices. Sin embargo, ahí o allá donde los pantalones son la causa de las tumbas: la brújula que se ha vuelto loca, el marcador de la guadaña de infinito contra cero o la tabla de la muerte donde se registra el ciprés que murió al filo del jeroglífico. Sin duda, uno de estos días celebraremos el descenso de la Tierra y el toque fúnebre de los árboles que marcan la hora en nuestro pecho, salvo si le hacemos fiesta al eco de los elfos nocturnos o escuchamos con atención la estridencia de sus raíces y comenzamos a esparcir cada sonata de la naturaleza a la par del páramo de las tarántulas, -no hay duda-, de que lograremos cambiar el póker de reyes por uno de ases y jugaremos un juego donde la vida sea la prioridad de las alondras.

martes, 23 de julio de 2013

Invierno


Todavía la escarcha solloza al ras de la cáscara. 
Todavía el techo del mundo tirita bajo el averno. 
Todavía la aurora llega temprano al sereno de los espectros.

Hay en cada guijarro que cae de la bóveda celeste
una razón de hierro, de cobre o de plata; lobos rapaces. 
Pero en el crepúsculo, cuando la luz del Sol entre la bruma
se asfixia con el salitre de las nubes a punto de estampida: 
únicamente el puchito de cieno en el plumaje de las alondras
y los aullidos del espantapájaros que llaman tormentas. 

Es de noche y la luz que desprende la Luna entre las flores
gotea como sangre de una de las puntas de las estrellas,
golpea el pómulo de los andenes y luego penetra sin aviso.

Hoy llueve, mañana la primavera emerge del páramo
y los conacastes sucede que los tenemos solo de estantes. 

A la orilla de mi taburete, la creciente que pasa con sus cipreses
y el mar desteñido que los espera para darles la última morada.

lunes, 22 de julio de 2013

Cuervo gris


Mientras la sangre se tiñe en polvo de estrellas,
la cascada de mis ojos, se convierte en raudales negros.
La noche llora y los pájaros hacen de sus alas la sábana
que me protege de la maldad de los jeroglíficos de la cripta. 

Un susurro atormenta el cierzo que agoniza en mis adentros:
está en calma, solo la brizna en su vaivén desempolva harapos
y sucede que los andrajos son aves que han salido de mis lamentos; 
solamente cuando tu pañuelo se ata al péndulo de mis pupilas,
puedo sobrevivir a la fatiga del tizne o al cataclismo de los resuellos.

Hay en sí, una penumbra que ahorca mis auroras; solo disonancias.
Detrás de todo este rumor de angustias y páramos, solo tú;
pero, ¿dónde estás oculta?, acaso has huido de mi loco manicomio,
acaso te has ido a vivir con el guijarro que lancé al ras del río.

Ahora voy como cisne sobre el océano, vagando sin rumbo, sin ti.
Como escudo, solo el plumaje de mis andamios, solo tu boca en mi boca.
Allá a lo lejos, el Sol se sumerge en el baño sauna y la Luna le vigila.

¿Ah cómo quisiera ser como el Sol? Para irme al otro lado del mundo
y ahogar las penas que duermen en el estante donde guardo tus fotografías.

viernes, 19 de julio de 2013

Nacida para ser libre


En aquella sonata fría del cordaje 
la crónica que todos aceptamos:
aceptamos las lágrimas,
lágrimas que salían del papel,
papel que después ardió en llamas,
llamas que causaron heridas,
heridas que asesinaban lentamente. 

Ahí cercada, detrás de una ergástula
pagó una condena de injusticia;
ventiló sus heridas a pura oreja
y en la entrada, nosotros como manada
pagábamos el boleto con rastrojos verdes
para disfrutar del espectáculo sombrío. 

Miserables todos, no luchamos por su rescate,
mientras confinada moría, tal cual un ermitaño.

Recuerdo cuando te bañabas con tu propio estiércol:
mientras tus opacos ojos, desteñidos
y lacerados por el tiempo,
danzaban al ras de la guadaña.
Esperabas de nosotros, quizá algún maní o migajas,
-todos-
nada más reíamos como hipócritas. 

¿Dónde estarás ahora?
Acaso yo lo sé, sin duda;
estás en cada cuerda de Orfeo:
corres como elfa,
te mueves por cada caricia,
sientes la liberación en tu trompa,
ahora sí, te duchas en el oasis de las náyades.

jueves, 18 de julio de 2013

Razón existencial


A menudo entre las espinas y la hojarasca: 
la batalla de lo verosímil y lo inverosímil
que entre rocas, trincheras, solo pervive.

A veces el aroma del polen me embriaga,
¡no hay duda!, todo danza al ras del vértigo
y vos, agarrando náuseas del polvo amarillo. 

Raras veces pregunto: 
¿Cuándo habrá tregua para las pupilas?
¿Quién será el que salga triunfal de las púas?
No sé, pero tomo en cuenta lo escabroso
y lo inhóspito de los colmillos de la zarza. 

Las náyades me dicen: 
¡Qué ya es hora de morder el polvo
y de sacarle chozas a los matorrales de oro!
Lo sé, quizá uno de estos ocasos celebremos 
y gocemos de una excelente Patria
en donde el alpiste sea la única bucólica
y el estiércol sirva de abono para el páramo.

miércoles, 17 de julio de 2013

Tiempo


Así cuelgas de los rastrojos de mis ojeras
y proyectas las cenizas de las canicas 
que un día fueron juego de niños;
ahora frente a mí, las ramas sin sábanas,
el escondite que es un juego de ratas
y el plomo que juega a ser inofensivo. 

¡Hay de mí! ¡Hay de ti! ¡Hay de nosotros!
¡Hay de los niños que crecen sin escamas!
En medio de esta guerra de péndulos
y racimos de sanguijuelas con máscara:
el ataúd que nos aporrea la frente,
el orgasmo que nos da un momento de utopía,
los tabancos que nos invitan a sus manjares,
el lupanar inconcluso de los machistas,
la orgía de climas que nos atisban
y nuestro pálpito, solo resistiendo al diluvio. 

No sé, tal vez en el claroscuro de tus arenas:
guardes una metáfora para la muerte
a la que nos encadenas constantemente;
sin duda, a la orilla de tus agujas clandestinas
y en la ribera de la brújula que nos invita al norte:
solo el cierzo que nos hace volar por encima de todo.

martes, 16 de julio de 2013

Oasis


A veces, camino sobre el estertor de la pradera
y las gaviotas platican con las raíces de mis pálpitos.
Aquí, la rosa que deambula por la ergástula de cieno,
ahí, el vaivén de la circunstancia del vacío,
allá, el horizonte que no le importa el páramo;
aquí, ahí, allá, los rumores torrenciales de los pájaros. 

Hoy cabalga en mis manos, un puchito de crepúsculo
y una herida en cada gota que llevo por pupila; lo sé,
a veces finjo no estar vivo, pero la austeridad se muestra
y abre la senda del oleaje que golpea el pubis de las rocas.

Acá, teñido, sin una camisa de fuerza que contenga mis lamentos,
sollozo azul y ruedo a borbotones por la inclemencia del ocaso. 
Es luego para morir ante el resuello de los cuervos. 
Es luego para fenecer ante el espasmo de los cisnes. 
Es luego para fallecer ante el nicho de las hostilidades. 
Es luego y la charca refleja nuestros vértigos
y los espejos destellan nada más que utopías.

Luego en medio del núcleo que suscita tarántulas:
nada más la góndola que transporta fetiches
y las marejadas que rebalsan la noche de Luna.

lunes, 15 de julio de 2013

Goteo


El eco, nos devuelve las heridas de los bosques. 
La secuencia de la lluvia, destempla el tejado
y las charcas hacen de su vientre volcanes. 

En los cráteres del cielo, el vaho de las estrellas
que cae como mantis sobre el ritual de los suburbios. 

Ahí en el declive de lamentos de los pozos,
la sangre que vuelve a suscitar miedo
y en la herida de las cárcavas: 
la autopsia que nunca llegó a bisturí,
la máquina fabricante de muerte,
los teñidos trenes del acantilado
y los péndulos que cuelgan como niños
de los cabellos de las raíces a punto de impacto. 

Aquí junto a los tabancos rotos de la hermenéutica:
las liras desafinadas del invierno, 
los acordeones que asemejan costillas,
los tragantes que forman tsunamis
y las lámparas centelleantes del fetichismo. 

Juventudes por los suelos del oleaje,
adoquines que bailan al son de la corriente;
mientras vos y yo, subiéndole la falda
a la sonámbula brizna de los espectros.

viernes, 12 de julio de 2013

Cobijo de ultratumba


Al estar dormido, las navajas me acogen. 
Al estar despierto, las zarzas me respiran. 

He pervivido como un castor 
bajo las presas que retienen rastrojos.

A veces he resistido y me han asfixiado. 
A veces la noche llega como espada
y los cabellos de las náyades me protegen. 

Ha sido dura la lucha, oscura y a veces lúcida.
(Pero, ¿qué haces fingiendo espasmos al viento?)
No sé, tal vez solo la Luna los escuche
o los árboles que tiritan bajo la ardiente niebla
o las cataratas que brotan de las noches sin labios
o los labriegos que hacen folklor de las mazorcas. 

Sin duda, en este laberinto de grilletes y barrotes
que truncan el plan próximo a desembarcar
en la orilla del vértigo de los puchitos de tristeza:
el vaho que viaja en el paladar de los transeúntes,
las palabras que hacen guijarros en medio del páramo,
los andamios que arman bosques en medio de la nada
y los senos que sirven de almohada para el caído.

jueves, 11 de julio de 2013

Sombra


A veces entre la marea sátira de las acequias del barrio: el vaivén erótico de los andenes, la desconfianza de las paredes, la ausencia del maíz en los túneles de la pupila y en la promiscuidad de los espectros: la bandera blanca de los escorpiones, los azulejos opacos, traslúcidos, llenos de esperma hasta el meñique. No sé, si las lunas que asaltan la noche: muerden el fruto prohibido de las mantis o si las garras de sus navajas se hunden al filo del sonámbulo espasmo. Hay un raro trajín en los cráteres de tus ojos, una mirada profunda y desconsolada que penetra en la almohada de mi cuaderno, (caminas y ves como tus huellas se pierden al son del cierzo), sin duda, el reloj que llevo cosido a la planta de los pies, se torna un enemigo próximo a estacas, estacas de cobre y oro a punto de polvo. En este paradero de alambres y péndulos: te espero envuelto en las sábanas de mi conciencia, envuelto en nubes y brumas a media luz del traspatio; te espero porque así lo dice la gravedad y los ojos del gato, te espero porque así me lo dijo el invierno que brota de mis espejos, te espero porque las ansias de verte se comieron mi féretro, te espero y nunca amanece en este orbe de piñatas y arcoíris de fango. Es cierto, los tumbos de las lámparas de mercurio y los apagones del farol por parte de las papalotas que quieren un cambio, escriben con la tinta de sus corazones y luego perforan las cadenas que nos unen a la sombra de la orfandad.     

miércoles, 10 de julio de 2013

En el rostro de aquella niña


La mirada que cautivó el vuelo de aquel pájaro.

Y fue la constelación que a través del espejo
trajo susurros de ninfas lunares hacia lo imposible. 

¡Oh Alice Liddell!, la sombra púrpura
que sacó de lo inhóspito a Lewis Carroll,
hoy me rescata de entre las noches
y hace que los güishtes que llevo en cada ojo
caigan sobre los pámpanos de las luciérnagas.

Muchas veces caí como flecha que de arco sale
y me ha dolido impactarme contra las paredes
-manchadas de sangre-
lugar donde los jeroglíficos
descansan la holgazanería de sus demonios. 

No sé, si las letanías de mis laúdes,
-las estáis escuchando-
pero dentro de las olas de estas óperas:
la marejada de aluviones 
que encona el paso de los amarillos
y la sonata de flautas
que asombra el oído de los sensatos. 

Es tarde ya, ─dijo el conejo─; ha llegado la hora de trabajar bajo la sombra del cactus, comer a la fuerza y de salir por el crepúsculo como esclavo de los trogloditas.

martes, 9 de julio de 2013

Sueño del espejo


Para: Rebeca Henríquez

En ti: la cara del te extraño del estío,
la llama blanca y mustia del horizonte;
extravío de rubores y arcoíris arrugados
que aglomeran lágrimas en tus paredes. 

Frente al ojo del minino que te acompaña
el trajín utópico del cristal de Luna.
En caja de jade: la marea errante de tus pétalos
y el racimo de versos incondicionales al espejismo. 

Hoy te saludo desde mi paréntesis de cuervo,
-desde mi jaula nocturna-
donde me convierto en murciélago 
cuando la sangre brota de los trenes. 

A fin de cuentas, somos la noche disfrazada
y nos quitamos la máscara cuando no existen los días;
sin duda, bajo todo el cierzo que nos vigila
y nos llena de tizne el pecho, solo nuestras fábulas.

Hoy desde otra perspectiva, la boca descalza del trallazo. Mañana desde otro punto de vista, las palabras de consuelo de los crepúsculos. Por eso, en este día guardo tus lamentos en néctar y les encierro en cada estrella del universo.

lunes, 8 de julio de 2013

Autorretrato


A veces frente al espejo:
los vendavales oscurecidos de mi frente,
las nubes plomizas que atan mis dos córneas al espejismo
y las hojas que huyen de las ondas de mis pupilas. 

Fuera de ahí: 
las alondras que se posan en el candelabro,
las iguanas que corretean en el claustro de mis ojeras
y las tarántulas que se mecen en el columpio de mis pestañas. 

En el frío retrato del estanque:
la mirada desteñida del espejo,
los cristales que se añaden al tizne
y los pétalos de cielo que flotan al unísono
con la figura quebrada del espectro.

Ya es tarde y las agujas se perforan solas,
el mar se deshace y el páramo se hace
como el refresco de atún de mi gato Félix. 

Hoy en cada charco de la ergástula mayor:
el sufrimiento sonámbulo de la fotografía
y las lágrimas que salieron del retrato...

sábado, 6 de julio de 2013

viernes, 5 de julio de 2013

Distancia


Mientras el tiempo muere en el péndulo de su propia aguja,
me da por invitar a la muerte a morir en la soledad
que atormenta la garganta de muchos anzuelos
y deshoja el tornillo que va de la mano con el oscuro. 

Aquí en la podredumbre de mis propios diarios:
la danza nocturna de mis pupilas, lejanía de hostilidades;
la paradoja de la hoguera, que arde en aguas sexuales;
la navaja de cada pelo de mi barba, que se afila al ras del tizne.

¿Habrá algún sarcófago que aguarde para mis múltiples espasmos? 

Incluso en el camino, el eco constante del silencio a caballo.
Y en aislamiento, la única amistad y la sombra de mis costillas. 

Después de todo vuelvo y pregunto: 
¿Cuándo abriremos la puerta de la asfixia que provoca el arcoíris
y la certidumbre de la cruz que marca el pálpito de la vigilia?

jueves, 4 de julio de 2013

Pálpito callejero


Inmerso en la llama blanca del sopor:
el pensamiento que trae tambores,
lucidez de la tibia noche de la mañana
que mantiene viva la nostalgia del noctámbulo. 

Se entorpece la angustia de la espera
y la soledad se hunde como navío entre las nubes;
al rato, el festival de luciérnagas comienza,
mientras los gatos balbucean con sus cabelleras
encima de la chimenea de los estertores.

La doncella me hace la invitación a su barrio
con una señal de animalidad, ferocidad
y desafortunadamente -solo- disfruto de su metafísica.

Es extraño, pero a veces la agonizante espina
se clava directo a la sombra, entra por el traspatio.

Aquí y ahora, la cadera de tus ojos, razón de mis desvaríos. 

La paciencia se me agota y mis lamentos surgen de la escarcha. 

Te necesito como agua al pozo del páramo, ¿dónde está
aquel pálpito que hacía temblar hasta la más resistente acera?

Desde esta habitación fría y descalza: 
hoy te grito mi desesperación, amada poesía.

miércoles, 3 de julio de 2013

Pozo


Yace en esta tierra inhóspita, el sigilo de mis pupilas.
Busco entre los claveles, una rosa.
Busco entre las rosas, un clavel. 

Cuando te encuentro es cuando más te busco
y mis manos se tornan olas en tus vaivenes.

Hay navíos hundidos en tus orillas, versos sin punto final.
Hay racimos de pétalos, difíciles de alcanzar
y tan fáciles de encontrar en tu fragancia.

A veces olvido de donde surge el jadeo,
mientras tú, en aquella caja de amatista
disfrutas del sufrimiento de los pájaros.

Camino dentro del reflejo de mi sombra
que le hace falta algo, pareja de cisne. 
En cambio cuando vuelo, tus palomas mensajeras
me dan la carta de rechazo y te mando mi centro
atado al mástil de una enorme flecha sin estampilla.

A través de esos mantos purpúreos, de plata:
el pozo donde descansan los añicos perplejos,
las nervaduras pétreas de tus olivos
y el líquido escarlata de tus venenos. 

Hasta ahora veo a través del espejo
de que tus rechazos eran sensatos
y tu atisbe, caricias fingidas.

Pero me hundí en sus labios
y me faltó el aliento 
para poder tan siquiera dibujarle un beso.

martes, 2 de julio de 2013

Rumor de pájaros


Somos seres de instantes muy sutiles.
Acaso como la luz de las luciérnagas.
André Cruchaga

Entre la ponzoña de las carnicerías
el vuelo irreal de las aves, sigilo previo. 

Surcamos a veces dentro de los ixcanales
y nos volvemos a ver dentro de un espejo
que musita caídos y páramos con estridencia. 

A veces nos da por encerrarnos en la ergástula
y solo la caja de jade nos libera de nuestras cadenas.

Hemos vivido bajo el nido de angustia de la estirpe
y calcinamos nuestros ojos junto al abrojo de las sienes;
al fin y al cabo, somos bufones que erradicamos la congoja
y nos volvemos mimos cuando la naturaleza se ve perturbada.

Quizá ya nos aburrimos de la muerte
o la muerte ya se aburrió de nosotros;
no sé, tal vez por encima de los abruptos
los talones del desparpajo de la guadaña
y la invitación que nos hace la Señora de la Noche 
a cenar raudales aletargados. 

Ya he comido del pico de los abejarucos y desde el sinsabor de sus lanzas salivales, la marea que dicta sentencia como rumores: de trenes, pájaros, luciérnagas, centellas y brumas que llevo en el pecho, como la estaca que flagela la noche de un vampiro, que chupa liras y arpas con pasión.

lunes, 1 de julio de 2013

Entre hierbas


Cada vez que el poro gotea estertores: la espina teje en la pupila y golpea el panal de la zozobra; es cierto, a veces caminamos y pocos son los que se quedan: como el cardo que disfruta de sus espinas, como la lápida que disfruta de su epitafio, como las alondras que gozan de sus plumeros. Hay cruces que nos dirigen el camino, zarzas que nos invitan a hacernos la herida en el zapato, anclas que engrilletan nuestros laberintos y chispas que nos oscurecen los vértigos; ya hay alelíes pintados en el taburete del día a día, lirios que han nacido de los espasmos, claveles que aglutinan realidades en los rastrojos del tizne. De pronto, la Luna en su catarata y yo fingiendo pregonar la fase oscura de mis utopías; ya es hora de atender al loco y de matarle la locura. Sin embargo, en la hiedra que nos amarra al manicomio, el ámbar acústico de la ópera, lied profundo en el teatro de nuestros versos, -raciocinio común-, copla no póstuma que llama ergástulas y nos agazapa a la herrumbre más cercana de la lumbre. Ya escucho el grito de los cigarros, las contracciones del cenicero y el orgasmo fúnebre del fuego. Rumores y vientos: que llegan al escritorio de la hojarasca, al tintero del barro y que proporcionan puntos suspensivos a la brújula; sin duda, en cada estupor del insomnio, las náyades que nos musitan la energía próxima al barco de la digresión.