(¡Y por qué no hablar
de gaviotas!
Aquellas cuyas alas
son trenes transportadores de arcanos.)
El horizonte se abre y no es como cualquier orquídea
sembrada en los andenes,
las nubes observan el paso de la vida a través de sus cuerpos
orgullosos
y mecen los triángulos que son ojos para los pulpos de la
baraja.
Caminas zigzagueantemente como abeja de flor en flor, de
esquina en esquina,
sin pensar en la borrasca o en las miradas que haz de
quebrar; pareces astro,
lo he dicho hoy y en otra vida, pareces agua de un manantial
recóndito,
pareces el universo mismo moviéndose en la palma de mis
ojos.
Todos critican tu mundo, tu falda larga, tu espalda hecha de
ixcanal
y no conocen ni tan siquiera una pizca de tu aliento
recorriendo sus lenguas.
¿Acaso han tenido la oportunidad de navegar como yo lo hago
entre tus piernas?
Escribo que lo sigo haciendo, aunque la catástrofe invada mi
lenguaje,
aunque el poema sea la única manera de hacerte mía.
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