Sabemos que la noche está hecha de alcohol y
rubíes heridos.
Sabemos que sus vestidos rasgados adornan las
esquinas de los burdeles
y entretiene a los desagües con plumas de
gorriones muertos.
─Él ha bebido de lo más profundo de los relojes
agrios del alba,
mientras irrumpe por inercia la niebla en los
ataúdes patrióticos del periódico.
Todo está hecho de polvo, incluso estas
palabras roídas por ratas
y maldecidas por quirópteros que buscan un
dintel para saborearse.
De estos días son ellas, ellas tragan
crepúsculos y los vomitan en pañuelos negros;
ellas saben a qué sabe el tránsito inasible de
aquellos difuntos sin ojos,
sin espejo, de aquellos que vagan por el río
frío abajo, sin estrellas,
sin luciérnagas en los costados, sin leer la última nota del aliento.
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