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martes, 8 de enero de 2013

Dispersión del poema

Fotografía tomada del facebook de Teresa Juana Pérez Machado

Mientras el Sol dispersa a las nubes y se abre camino entre el cosmos del mal hábito: ─Yo, aquí, sentado encima de la obscuridad, hablándole al cántaro de barro, tomando café con sabor a hollín, comiendo astillas en forma de partos, disfrutando del avance del poema, extrañando aquellos zapatos burros de aquel tiempo; sí, eran de cuero, un cuero inconfundible y con una duración fantástica. Ah como quisiera que la armonía fuera de piedra, el irrespeto una rosa sin espinas, la guerra como un gato acabado de nacer, la niebla como una aspiradora y nosotros los locos como una pandemia que pega fuera del manicomio. Sin duda, cada loco tiene un tipo de locura, nosotros tenemos la nuestra, cada día es inevitable volvernos locos en el seno del poema, bebemos a diario de las páginas del cuaderno, con una galleta de realidad encima de nuestra lengua; sin embargo, algo me paraliza, es el medio de salida que toman los de arriba en contra de nosotros, es una desaparición extrema junto al plomo del revólver o junto a la horca del espanto. Pero esto, no nos detiene, nos da más empuje para seguir luchando contra las barreras muertas; huele a estiércol el sufrimiento: la alegría, parece un payaso sollozando; las calles, se han convertido en una morgue sin rastro; los bosques, en un aposento de zombies; el cielo, en una mujer pariendo ácidos; el tiempo, en un abuelo decrépito que ha perdido su reloj y su bastón; los ríos, en un tranvía de desperdicios fecales; el mar, en un basurero de putrefacciones constantes... ¡Qué tragedia!, mis zapatos rotos están marchitos, el cenicero me pide que bote mis huesos en las cenizas, ya no soporta tanto peso en sus entrañas, salvo cuando la quietud del martillo cae sobre el colchón de clavos y los achata para el descanso.                       

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