SODOMA
¿Dónde cabe tanto venado sin escrúpulos?
¿Cuántos horizontes se pierden bajo el sarro?
Los dientes del lupanar han espigado. Lo dicen las calles.
Lo cuentan las libélulas.
¿Qué plásticos trafican las cloacas?
La misantropía crece. Los tranvías se llenan de cenizas.
Mientras el ocaso te lleva en la petaca como espectáculo,
yo surco el vértigo y vomito tinta sobre las páginas.
¿Cuánto durará el mal de las estampillas? Sin duda el polvo.
Sin duda el invierno con sus axilas manchadas, charcos de esperma,
pantalones ardientes, blusas que a cielorraso se abren al paso de la zarza.
Por suerte, reviví al mar Muerto, después de tanta estulticia.
GOMORRA
¿Quién conoce el sabor de la Tierra tanto como el perro?
¿En qué ciudad se escondería Lot en esta deshora?
Ya no existen parábolas para el segundo círculo.
Camino entre el murmullo de los andenes: los borrachos se exhiben,
los pelicanos me señalan, los litorales se confunden,
el leviatán ha puesto sus huevecillos en los labios de la costilla.
Es culpa de los espejos. Es culpa del artificio de la iniciación.
(Vos te das cuenta de muchas cosas, mas no de tu indeleble marcha,
esa marcha hacia un hábito de escoria y de plantas sin cáscara.
Al final, serás solo un objeto olvidado en el fondo del mar.)
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