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jueves, 29 de agosto de 2013

Oblivion


Quizá las tenazas del tiempo, cortaron las cadenas
de lo que creía retener en mi memoria, se hundió mi navío.
Todavía sigo en medio de la metamorfosis del calendario,
creo que ya es hora de robarle un segundo a la brújula
y comenzar a cambiar las agujas por un par de guijarros. 
Así como el cangrejo ermitaño estuvo en el olvido,
aun cuando la intemperie le acechaba
encontró paz en una coraza y un nuevo anhelo. 
Ahora yo, aquí en este páramo sin fetiches:
el olvido que aprieta mis zapatos, sofoca y causa vértigos;
después de todo, el desierto me ha resultado acogedor,
salvo cuando las tarántulas dominan el sistema
y la pantalla tiende a convertirse en una Mesalina
que le da clases a las orugas que no quieren tener alas;
vos sufrís junto al regazo de este loco que se traga su locura.  

miércoles, 28 de agosto de 2013

Vergel


A veces el amor se vuelve un juego de cadáveres.
Surge el aroma del horizonte, mientras yo acudo al abismo. 
En lo imposible del túnel: la luz que se cuela junto al hijillo,
¿cuándo el perfume será natural como los pétalos
y deje de ser un abrupto para las fosas nasales de las piedras?
Sin mesura, el rocío que nace de la verde neblina
-sabe a caramelo-
luego como fluido se desliza por el tallo
y cae como si nada en el pecho de la grama;
abre agujeros y por encima de todo,
las navajas salen como cohetes y asesinan el momento.
Son tantos los despojos que se aglomeran
y tantos los alelíes que pierden su polen temprano. 
Al fin y al cabo, las campánulas aprenden de las hiedras
y los claveles de las plagas de luciérnagas transitorias.

martes, 27 de agosto de 2013

Intemperie


Encima de la calle en coma: 
yo, el labriego que opta por subsistir en lo inhóspito;
quizá ya se oscurecieron mis sandalias
o quizá mis zapatos en una ráfaga, murieron de vértigo;
sé que en el bajo mundillo, la calavera de vergeles
necesita de todo los espectros de las aceras.
Hoy, los rayos se disparan de las flores
y la llave abre la puerta del poema, encontró más heridas. 
No sé si habrá una salida del pentágono,
si no la hay, abramos una y salgamos amor.
Vivo en esta oscuridad sin fecha, 
escribiendo tal si fuera un reloj, segundo a segundo,
atado a la muerte, atado a la alfombra de la tormenta.
Este puchito de pradera, me comenta su pérdida
y sus lágrimas desembocan en el asfalto de mis páginas.
No hay duda, la maldición anda suelta
y las cenizas se han convertido en mi talismán.

lunes, 26 de agosto de 2013

Desembocadura


¿Habrá tantos nichos como para soportar el hijillo
de la niebla que brota del vaho de las raíces?
¿Habrá algún cementerio en el culmen del río?
En la hojarasca: el ruido ostentoso de los elfos,
fisuras sin ecosistemas, todos envueltos en huesos. 
El rocío cae de los párpados de las hojas,
mientras en los suelos de lo siniestro:
la estridencia sale de la flauta del plomo,
hiere, abre agujeros o abismos, luego mata
y vuelve a matar cuando el hedor sale del bolsillo.
Tiro una moneda al aire y el cierzo la arrebata:
no permite el azar en el ambiente, me deja sin aire;
la respiración a menudo se vuelve una faena de féretros,
una faena en donde los carpinteros trabajan con guadañas
y los despojos sirven de sábana para el océano
que está próximo a convertirse en un nuevo holocausto.
Al fin y al cabo, nosotros somos un puñado de estiércol, 
no existimos para el sistema ni para las masas de los güishtes. 

viernes, 23 de agosto de 2013

Días de escuela


Bien apurado llegaba al colegio,
en el 2001, hace poco tiempo.
Formados frente al pabellón
y a ciertos harapos, 
entre bromas y bromas
gloriosos días aquellos.
Despertábamos en pupitres
de dos en dos, 
nos miraban los buitres
y los ojos de Calderón.
Cuando comenzaba la clase
se despedía Morfeo
y surgía como chispa 
la otra cara de la base.

Suena el timbre, ¡al fin!
Recreo, mangos locos, ¡qué emoción!
Jugábamos al balón, ¡qué explosión!
Luego nos íbamos con las chibolas
a quebrar los chirolones del gordo.

Mientras comíamos las pupusas
pasaban las chicas con sus blusas,
nunca picamos el anzuelo
sólo admirábamos su vuelo. 
En esos días no perdíamos
ni entregábamos -la virginidad-
pues a los 12 años,
amábamos la libertad.

Y sin duda preguntarán:
¿Qué era lo más divertido?
Sólo observar a parejas de pájaros
construyendo sus hermosos nidos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Andrómeda

Giorgio Vasari (1572)

En denuncia a los 1300... muertos en Siria

Gorgófone:
Entre problemas y repertorios, esa rosa desnuda
que finge ser una diosa a la que todos los hombres aman. 

Perses: 
Camina sin problemas en el asfalto de su podredumbre
-¿sientes el hedor?-
sacude la tierra con sus pisadas, aplasta asentamientos. 

Alceo:
Gobierna los misiles. Terodáctilo corpulento de ojos grises
que arranca gárgolas y con el escalpelo cobra sus diamantes.

Méstor:
Funge por debajo de la cimiente de las amapolas;
entrega su polen a los zánganos y fabrica depresiones. 

Heleo:
Tal si fuera un collar que adorna vergeles,
él duerme bajo las sábanas de la Luna
-sufre-
y se le eriza la piel
cuando observa los lamentos de los dinteles.

Electrión:
Como trueno, el gas electrizante del parabrisas
que desliza como centella y se detiene en las vías.
Chocan los laberintos, el corazón no encuentra salida,
se paralizó en el estero donde el barquero era la muerte.

Esténelo:
Me encantaría exiliar de la tierra a los anfitriones (tiranos).
Yo ahora les fabrico denuncias en vez de un puñado de balas.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Atrapado

Atrapado por sus pensamientos de Josep Ramon Roy, Barcelona

En este puchito de cántaros de resaca: 
la niebla espesa de mis pensamientos,
el grillete que como atavío funge de hipócrita,
¿acaso afuera del taburete hay cenizas o guadañas?
Observo como la espalda de las páginas
se rompe en llanto y la arista se preña de himnos
que sirven de canción de cuna para las sombras. 
Ahí ofrezco mis divanes, mis limbos que mutilan entrecejos
y calcinan la hoguera de los restos de la garganta. 
¿Cómo si pudieras robarle una pluma al cielo
o una chispa a los esteros que gotean avernos?
No sé, pero a menudo en la ergástula de las ninfas:
sólo el laberinto de espadas y fotografías sin rostro,
sólo la penumbra en su arcoíris de utopías,
sólo el ciego, fuera del mundo cercado de hipnotismo. 
Aquí en el núcleo de este abismo sin claustro:
la lluvia que destiñe la lágrima de las paredes
-finge ser tornado-
y el ventilador se sirve del polvo espectral
que brota como fuego fatuo de mi aliento.
Después de todo, somos esclavos de un mismo calabozo. 

martes, 20 de agosto de 2013

Espesura


Quizá, he vuelto a caer en la trampa de las digresiones.
En medio de este vergel de candelabros y mirtos sin hojas,
el claustro que seduce la pared muda de los espectros;
hay cayucos, cipreses y sombras que viajan junto a mí,
¿caminan?, vuelan como pingüinos en su utopía de plumas
y convergen en la luz que atraviesa la traición de las navajas. 
Duermen bajo la nervadura del barro:
los gusanos plasmados en el almanaque
-sin metamorfosis-   
y las mariposas se posan en lo inevitable
de las telarañas que a diario fabrican vértigos. 
Comienzo a creer que la pupila ensangrentada
ha sanado los escombros de las pieles tribales
y que en medio de esta espesura transparente,
solo, solamente la hospitalidad de las agujas
y el asedio que provocan las tertulias en el párpado. 
Al fin y al cabo, escribir no es más que una pieza de la pirámide.

lunes, 19 de agosto de 2013

Insensibilidad


Pretendo fingir que no duele.
Pretendo cerrar mis párpados
y soñar con la tierra
que no es de este lugar. 

Pretendo fingir que no existo. 
Pretendo abrirle las ventanas
a la ceguera urbana,
mientras observo cómo los niños
agonizan frente a los andenes;
pretendo fingir que no me afecta. 

Pretendo fingir que no me importa. 
Pretendo escribirle a la nada
con mi pluma sin tinta
y mis manos sin dedos. 

Pretendo no pecar de fanático apasionado. 
Pretendo agarrarme del agónico
suplicio de la bandera 
que ya ni tiene asta ni color
y pretendo no agazaparme frente al fetiche
que de igual manera: está y no está. 

Pretendo fingir que navego en este chagüite.
Pretendo pescar unas cuantas sílabas
y hacer de la pecera un lago de paradojas,
una sin tiburones, pirañas y tarántulas.

Pretendo fingir que me alejo de esta realidad. 
Pretendo no oír ni escuchar como los demás,
por eso no me quedo callado 
y grito a las ocho vientos mis vértigos
que nacen de la naturaleza ya muerta.

viernes, 16 de agosto de 2013

Desmayo


Soy un puñado de quejas,
un fardo con olor a muerte
y un violín sin arco ni arcoíris;
una tormenta de resacas,
una flor que se hiere a sí misma
junto al abrojo de sus espinas. 

Soy un montón de angustias,
una trenza de esquirlas
y escarchas bordadas al ras del cieno;
soy la piedra del tropiezo
y el anzuelo de las pirañas
que muerden al niño sin sandalias. 

Soy un poco alfiler, un poco aguja
y un tanto veneno en los colmillos de la sierpe;
soy una cobra, sí, una cobra con el pecho alzado
que espera el momento oportuno para atacar
los muros inescrutables de la injusticia. 

Aquí, encima de este petate de melancolías: la congoja que adorna el piso, el alcohol que está lejos para revivirme del vértigo; después de todo, la gota abrió un agujero en mi frente y formó un chagüite a punto de océano, que ahora sirve de vía para los navíos de las náyades.

jueves, 15 de agosto de 2013

Fiebre


En medio de este follaje en ruinas: 
un calor que brota del sopor de la noche,
una sed que se sacia con la copa del poro,
un racimo de caricias que vuelven loca la brújula;
vos y yo, en una tormenta clandestina
haciendo de cada gota una arista,
sí, una arista donde el suplicio no cabe;
sólo tú y yo, en esta caldera
que está próxima a convertirse en alambique. 
 
En esta canícula de vergeles
no cesan nuestros ecos 
y los grillos están en silencio: 
el jadeo atraviesa los tabiques
y los gatos
-¡Ah, los gatos!-
juegan con su bola de estambre,
mientras nosotros arañamos el cosmos
-aullamos-
tal si fuéramos Clovis invocando más calentura.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Dintel


Se sostienen sopores de la ventana
y las bandurrias pasan inadvertidas:
hay una ceguera urbana en las aceras,
hay un vago rumor de harapos,
hay una escalera sin andamio, marginada.

Aquí mientras el cierzo golpea mis pestañas:
vos, amarrada al grillete de mis congojas,
sufres y yo también sufro, ¿qué haces?
¿Acaso atas la seda al cactus del ciego?
Tal vez la llamada de la aldaba 
conteste al eco mortal de las osamentas,
que trituradas al ras del asfalto amarillo
murieron con una venda en sus manos.

Tú amor, que tienes fisuras por todo el cuerpo,
incluso sostienes el lodo enconado del chagüite;
tocas los pelos del bambú y haces canciones
del aire inhóspito que desprende la polilla. 

Yo, todavía comprándole grilletes a la lluvia
para retenerla en el entrecejo de las petunias;
esas flores que desprenden líquido sin matiz,
esas musas que te esperan:
como la ventana al dintel,
como el pichón a su pájara madre
y como yo a ti.

martes, 13 de agosto de 2013

Suplicio


Agazapados en esta tormenta de zodíacos,
mi corazón y el calendario próximo a estertor:
los minutos llegan como ajetreo a las arterias,
pende el suicidio del arcoíris, hacen falta árboles.
Mis lágrimas se desligan del espejismo
mientras la arena cubre las sandalias de la piel;
con puchitos de hollín, mis vértebras se desgarran
y los rayos del Sol irónicamente se ríen
de las alondras que despluma al ras de lo urbano. 
Luego en los vilanos: el juego de cenizas del granito,
los puntos cardinales de la podredumbre,
los vellos donde el pubis reacciona tarde;
vos y yo, sobre la matriz de la acera
contándole fábulas a los adoquines,
a los faroles de los gatos atemorizados
y mientras la lluvia cae con fatiga 
aceptamos la responsabilidad
de hacer caer la torre del sistema.

lunes, 12 de agosto de 2013

Tarea


De nuevo a la ergástula del páramo: aquí frente a mi perra o quizá loba, que bosteza y se traga de un tajo la aurora; ésta aúlla cuando los pájaros musitan penas, también cuando los torbellinos surgen como huesos de los periódicos, ¡ah, qué hecatombes! Ya olvidé si el día amaneció muerto y envuelto en las sábanas de la inmundicia, sólo sé que los golpes de la zarza, hacen que el asfalto baile como gitana y se agriete como volcán en un golpe de furia. Huele a incienso el neumático digital, huele a hijillo el petate donde transitan mis zapatos de la angustia; en cada cactus: la lágrima inhóspita de la chiltota, el agua con la que se cuece el maíz del barro, la espina que saca a otra espina de la planta que sobrevive; y en la raíz, la sangre que a borbotones cicatriza la herida del predio. Sin embargo, ¿qué es lo que hay en la cuna del polvo?, ¿acaso puertas sin aldabas y candados sin llaves? No sé, pero tengo la certeza de que lo inefable viajará a través de las nubes y regará el claustro de las ojeras; mientras tanto, la tormenta causará desastres en el andamio de las postrimerías y a la digresión le dará por soltarse el sostén, para mostrarle al bufón sus vestigios. Después de todo, somos capaces de convertirnos en bejucos y serpientes en cualquier momento; sin duda alguna, en el desvarío de mis atavíos: la marejada de féretros que manejan a 130 grados, rumor de todos los días y pestaña de internet, que poco le hace falta para convertirse en un sarcófago virtual.  

sábado, 10 de agosto de 2013

viernes, 9 de agosto de 2013

Nocturna


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pablo Neruda

Escribir por ejemplo: "La noche está al ras del sacrificio,
las estrellas en equilibrio bajo el péndulo, soga de astros". 

La boca del cielo está abierta y el silencio ahí se oculta. 
Mientras el frío salía de sus senos, me dijo:
tiritas y aún me esperas.

Contesto: 
Decir que la flor que estaba a mi diestra, se fue y nunca volvió. 
Decir que sus labios aún maquillan los míos y me besan. 
Decir que nuestro amor era infinito y sé que lo fue, convivimos.

Puedo escribir que en este muelle, ella me abrazaba y sollozaba;
podría echarle la culpa al tiempo, ¡ah, qué cruel es el tiempo!
Cobra los minutos de la existencia y la muerte es su patrona. 

En noches como esta: 
Nuestros cuerpos eran volcanes, nuestras lágrimas eran lava
y nuestra respiración, vapores a punto de agua ardiendo;
ella me quiso, yo también la quise y aún me observa
pero no puedo alcanzarla, ella vive en mis poemas, en mis letras;
ella pende del cosmos y todavía ilumina la penumbra
que me arrulla cuando los grillos tocan el lied de mis encierros.

jueves, 8 de agosto de 2013

Viaje


Subí a bordo en un éxodo sin regreso. Sin retorno 
y sucede que el tren se ha desaparecido;
no sé si estoy perdido en esta jungla del tiempo
o si tus vías férreas aún existen en mis zapatos.
Camino hoy sin sandalias, junto al vaho de la ventisca
-y sin equipaje-
se fue mi espíritu a la isla de los rumores. 
¿Acaso he vuelto al oficio de la soledad y a la del ermitaño?
Lo sé, sin duda las campánulas siguen ahí y yo a saber dónde.
En sí, ¿sabes que tus cartas las guardo en cada lágrima?
No sé, solamente que ya te volviste chiflado y yo converso contigo.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Oósfera

Artista / Pintor: László Gulyás (Budapest, Hungary)

Nada me impide deambular entre tantas flores,
nada, salvo la zarza que trastorna la mirada;
nada irrumpe en el pensamiento que poseo,
ni siquiera el esquema hermético de las tarántulas;
nada, absolutamente nada se lleva mi follaje.

Finjo vivir en su traspatio, en sus olivos, en su piel,
en su páramo donde germina el fruto no prohibido
y finjo que no voy a convertirme en su abono algún día.

Entre tanto digo:
Cada quien nace con espinas y se las quita como puede.
Pero la espina que llevo clavada al ras del pecho:
esa, sí, esa espina que suelta su polen y agita el pulso,
esa que sufre junto al pubis de su amado,
esa, sí, esa que poco a poco decae, mientras la levanto,
esa que ahora brota como alelí de la guerra y lucha.

En medio de los pezones que separan años de cansancio,
yo y mi abismo, razón por la cual me agito
y sobrevivo al cataclismo del cactus estridente.
He bebido de la copa del vicio, mientras cuento sus vellos,
¡ah, vellos sin escapulario, vellos sin manzanas ni serpientes,
vellos que atormentan mis números, vellos y soberbios labios!
Ahí en esa pintura: las cascadas de nuestros raudales,
sí, esos que nos muestran los cimientos de la naturaleza,
esa naturaleza tribal que nos transforma en lobos
cuando no hay Luna llena.

martes, 6 de agosto de 2013

Brizna


Siempre a juicio de la noche, espero el trasiego de lo incesante,
espero siempre la gota de cieno que inmola la garganta del pubis;
lo sé, al caminar entre zarzas y estiércol, la hojarasca sufre el celo,
y vos, en el suave traspatio donde las luciérnagas hacen tributos
y los cisnes baten sus alas y convierten tus besos en torbellinos.

En esa roca, donde el rocío se autoflagela, donde los gusanos se orinan,
donde vos y yo descansamos la ponzoña del orbe y nos enamoramos;
ahí, sí, ahí en esa piedra se nos convirtió la noche en vino
y nos la bebimos en un brindis donde las copas eran nuestras bocas. 

Aún recuerdo, la aurora nos llegó, la tapamos con la sábana
para que volviera la noche taciturna, y ella, ¡tan romántica como siempre!,
ya no era Luna de miel, sino una noche de miel donde lo eterno se promovía:
el canto de los pájaros que acariciaba nuestros oídos, era imprescindible
y ahuyentaba el silencio con sus óperas en solo, mientras vos adornabas mi regazo
para que no le quedara dudas al reloj, que llevamos atado a nuestro pecho.

Llego el amanecer y esta vez sí, estábamos conformes:
nos entregamos en cuerpo y alma, mientras jurábamos a la eternidad el amor nuestro.

lunes, 5 de agosto de 2013

Féretro


Entre tanto o tantos ataúdes bajo la esfinge:
mi alma que ha sido diluida en el cieno,
mis cigarros bajo una nube de estiércol,
mis entrañas que cuelgan de las jaurías
y mi cuerpo aún conversa con este mástil. 

Aquí en este mausoleo que no tiene clemencia
y tampoco un acogedor hotel de cinco estrellas:
nada más el tizne de los que purgan el cielo,
nada más acordes que tocan lo diáfano de los cipreses
y sólo el bufido de los árboles que demuestran sollozos.

Bajo este cielo falso de brumas y nieblas horadadas:
el sepulcro que guardo en cada uno de mis zapatos,
el polvo que guarda un miedo en sus pulmones,
el hedor que viaja a través del fuego fatuo
para poder llegar hasta la cumbre de las bóvedas terrestres
donde los vivos siguen bajo la locura del arcoíris amarillo.

Y en medio de toda esta angustia y desesperanza:
la profecía que irrumpe en los algoritmos del descanso,
la llama que no se apaga bajo esta lluvia ácida,
el Capitán que aún vigila la lumbre de mis ojos
y el taburete que me espera para hacer de nuestro dúo
una fuente de auroras donde la paz gobierne día y noche.

viernes, 2 de agosto de 2013

Edad


El segundo transita con sus rastrojos,
mientras yo ahí entre las papalotas 
y las mariposas nocturnas de la susceptibilidad.
Es tarde y el peñasco que llevo en la espalda
se convierte en mi vértebra poco a poco.
Por eso, cada vez que camino con los ojos
y mis manos atadas a la arena de antaño,
surge como gas el veneno de los periódicos
que sustraen de mis axilas nada más cenizas.

Solo, en esta silla que parece una ruleta sin aguja:
la menudencia de los tabancos electrónicos,
las entrañas del hospicio que acoge mis divanes
y la hora sin brújula que atrae a espectros sin alma.

Es de noche y la bocanada de hedor sale de mi garganta
para hacer de mis años, un baile de esqueletos sin epitafio.

jueves, 1 de agosto de 2013

Lied


Una vez más, camino entre cipreses y velámenes:
espero no encontrar hojarasca en mis zapatos
ni quiero que la cuerda diáfana de los espectros
se mutile ante la sonata obstaculizada de mis venas. 
En los andenes: se hace inhóspito el pubis de los faroles,
mientras yo y vos, en el trasiego que imita trenes muertos. 
Pero, ¿por qué nos atamos al mástil de la noche
y nos embarcamos en el susurro inconsciente de la navaja?
Acaso fingimos que el azogue y los aceros son de algodón
o nos aferramos a un sí eterno y evadimos el no del pero. 
Me duelen los calcañales, tal cual una daga insertada como hilo
en el mausoleo de los abismos que perturban la pupila noctámbula.

¡Me perdí y estaba perdido! Solo: 
pero encontré a la Soledad en medio de la nada...