Brinca de rama en rama la agonía y sus
párpados de escarcha.
No es insomnio ni vendavales, no es vértigo ni
ceniza,
no es musgo ni niebla, no es piedra ni
gárgola;
es el sufrimiento el que iza su bandera en la
cumbre más alta,
todo esto fluye entre los árboles de la
sangre.
(De aquí
hasta ti, canción de caléndulas forzadas al canto.)
Todos los huecos perforan sin previo aviso las
pupilas,
todo espectro se arrastra bajo la piel
inhóspita de los postes eléctricos;
y nos llaman, nos llaman a través del
silencio, aplauden,
ríen, sollozan. Aunque no lo creáis, ellos
están frente a vosotros.
Mientras los caracoles horadan las paredes,
las horas apuñalan el viento, susurran
siniestramente los espejos,
como si afirmaran poseer vendajes de
miles de años,
con los cuales recogen y almacenan cada
puchito de lejanía.
─Estamos lejos de ser universo, la noche ha cubierto la palabra.
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