Plenilunio del patíbulo. En él se acomodan las
memorias
y ato mis zapatos al lomo de cada uno de sus espantos.
Si cada uno fuese halcón o cuervo, ciervo o
venado,
sin duda no estuviese aquí sentado en esta
silla de vértigos.
Nadie echa de menos a un poco de hojarasca
tirada sobre las tumbas
o llama por su nombre a los vientos que gorjean
como colibríes heridos.
─¡Óyeme! Si tan solo fueses materia y no algo
inasible que le sobra a la noche.
Estudio el color de tus voces, esos juegos de
palabras con sabor a tierra mojada.
Levanta tu falda. Abre tu universo. Deja
entrar el musgo que nace de mis manos,
mientras narro la trayectoria que siguió vuestra sangre al besar el pavimento.
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