El
ambiente era irrespirable. Las nubes carmesí adjetivaban la sangre que allí transitaba; todo
seguía una senda y no se detenía, el crepúsculo bajaba tan lentamente como si quisiera seguir
observando el video pétreo reproducido a raíz de una carcajada extinta. Mañana dirán
que el cielo estuvo hinchado, que el cielo estuvo en guerra; y los pintores
alzarán su pincel
hacia nosotros, aunque nosotros seamos parte de la sangre, aunque nosotros seamos parte
del invierno. Entonces bajarán del cielo los paraguas e invertirán para
nosotros el vuelo
de las alondras. Nunca terminareis de decir adiós cuando os falte una onza de
saliva, ni
confrontareis al mar cuando lo veáis caminar tan devastado, tan lleno de antipatía,
hacia el abismo donde deposita la sal de cada uno de los muertos.
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