Ellas, en medio de cuatro paredes de
obsidiana,
huyendo del canto, abrazando el silencio,
besando el gerundio de las devastaciones.
─Hay un universo de dolor: ¿Te atreves a
despertar?
A veces me avergüenza estar sentado frente a
estas páginas,
con mi bolígrafo escupido por los gusanos y
reencontrado por los espectros.
Me avergüenzo de mí mismo, de cada grieta en
mi pecho,
de cada estrella caída en la cebadera del
temblor.
Odio ver florecer las lágrimas detrás de mi
candelabro,
odio no escuchar aquella erupción de voz del
delirio,
odio no poder recoger tu atuendo eufónico.
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