Al tratar de dormir:
escucho una voz en llamas,
una vocecita triste bajo mi cama.
Escucho: ¡cricrí!, ¡cricrí!, voz cercana;
resuena a muchas cosas olvidadas.
No, no es mi nana, ni la voz acuática de una rana;
es, la voz de un grillo pregonando desconsuelo
bajo la pálida sombra de mi infancia.
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