(En esta soledad, solo
se percibe el olfato tembloroso de una mano gitana.)
Una mariposa gira alrededor de una bombilla vomitada por una
flor desencadenada,
mientras aquellos fardos de gritos hacen florecer un ascua
sólida entre sus dedos.
No sé quién es la o el que agita los cabellos como vértice
entre las sombras;
de afiladas canas está hecha la hojarasca perfilada como
duendes marchitos.
Dime: ¿Quién eres? ─le dije─. Aunque sabía que mi
imprudencia desolada,
no iba a hacer que moviera un solo músculo de su pómulo bien
hecho.
Frágilmente la lluvia empezó a caer, los relámpagos
hablaban,
su cara me demostró todo lo contrario que yo había pensado
que era realmente.
Era ella una rama, una alegoría girada trescientos setenta
grados dentro de mi memoria;
era un péndulo, un reloj atascado de desmemoria; era ella, la infancia que había perdido.
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