Ante tanto frío, las orejas caen sordas de los árboles,
ruedan por las escaleras de la desmemoria
y desembocan cual féretro lleno del vacío de las gárgolas.
─El silencio nos escribe cartas bajo la sombra del semáforo,
escupe a cada palabra, mientras el viento pertinaz juguetea
sobre las paredes.
Ellos no nos escuchan, ¡os digo que tienen orejas de cántaro
y ojos con pupilas heráldicamente dirigidas hacia el abismo!
El cielo oscurece bajo mi cama, se retuercen del dolor las tarántulas;
los grillos, melancólicamente exorcizan el instante.
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