¿Qué tormenta no sabe donde anidan los muertos?
Sobre ella, ellos descansan y fluyen como rocío tenebroso.
Con voz nocturna y noctámbula las campánulas sesgan su
llanto.
En su garganta: una ciudad de sal y dulces carambolas,
una ciudad donde los carteros acampan y dejan su honorable oficio,
una ciudad de esputos negros y blancos, insectos y
golondrinas,
una ciudad donde descansa el día y se aloja levemente el poema.
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