El niño, el niño del caracol ha brotado,
tiene una cabeza de porcelana y unos ojos de campanario;
en él reside un tremendo vergel de escobas y un cielo de
fuego;
él desea cambiar de raíz o barrer los escombros que ha dejado
el hombre.
Lo acompaña un gato nebuloso, uno que ríe y araña la mugre,
su mirada incluye un reloj sin agujas y un péndulo que mide
la tristeza.
Ante un puente, el niño tañe, su llanto extingue la
cabellera metálica,
las aves aplauden, las piedras gruñen; todo es envuelto en un ciclo irreversible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario