La luz cabalga llorosa entre las ramas secas del abismo.
Yo, camino lento, tan lento. Soy un caracol con alas de sal
y una boca ardientemente fría como las patas de una hoja sin
tumba.
Soy lo que sobra cuando termina de cojear la borrasca en los
andenes,
soy el cartón, estrella de los grises, espejo de colores
extraños.
Soy a quien le importa el astillero de las luciérnagas,
soy aquel en el que anidan los güistes, ecos, gritos del
tiempo.
(¿Qué haremos cuando
se apague el farol oculto en la garganta?)
Somos nosotros los que pensamos en gárgolas, en esfinges,
incluso en los vitrales rasgados por la noche y sus
secuaces.
Soy yo o no soy nadie. Nadie es sin ser lo que debe ser,
lo que sí sé, es que soy el vínculo entre el vértigo y el alba.
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