Muchas veces se deja en manos de nenúfares el pensamiento,
las palabras se vuelven ríos inconformes al tocar la
almendra de las voces.
Sobre una barcaza flota la saliva antropofágica de los
duendes,
sucede lo mismo cuando en algún periódico se toca el tema
inverosímil del caos.
Éstas calles. Calles de paja, oriundas del estertor profundo
de los relojes.
─Heme aquí, con los ojos cosidos al resuello velludo de un
espectro sin alma.
¿De qué país proviene este lamento de trenes? ¿De qué
laberinto la oscuridad
postrada en los atrios insalvables de la garganta? Todo esto
en una sola lágrima,
la lágrima de un soberano que perdió su sombra y la existencia promiscua de su reino.
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