Los entretejidos ojos del viento se sacuden el mal karma,
las montañas hastían concienzudamente los actos de la
herrumbre;
en la cima, los pájaros jinetean en ronda las virtudes,
en la falda, la noche sube acuestas un tambor relleno de
zarza
y ordenadamente uno a uno los colibríes beben de la flor intoxicada.
─¿Estáis preparados para agachar la cabeza y recibir el golpe
errabundo?
No hay límite al adentrarse en el cofre subterráneo de las
alcantarillas;
ahí, renuncié a mi corbata y las ratas metódicamente sugirieron agachar la cabeza.
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