Cada locura lleva en su interior un astro cuerdo,
desencadenado como una cascada cayendo sobre una moneda
pútrida
y maloliente; en los locos se encuentran vergeles póstumos y
cariñosos,
hay carroña, sí, hay carroña; mas no como en la carne deshuesada
de las telenovelas absurdas,
ni como en los teatros rellenos de ratas ordenadas
filosóficamente como antipáticos trigales.
Es espantoso, para ustedes, las gangrenas que el loco ofrece
al reflejo de la Luna
o las palabras que su ascensor pregona al mear en la zona de
no orinarse.
No sé ustedes, mas yo me considero un loco con raudales de
crisantemos en el esófago,
cascadas de zarza, mares invertidos; lo demás ya se dijo, el reloj marca la hora cuadrada.
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