Rotas las hojas. Calles azules pobladas
y sin embargo tan vacías a la espera de un
ocaso,
un ocaso en llamas, un instante herido.
Cada día es otro día sin día, de luces ciegas
y circulares,
lleno de mujeres de arena y hombres de mente
anoréxica.
Parezco un perro taciturno hurgando en un
basurero interminable,
entre siglos y siglos sin siglos, parece que
busco mi propia muerte
o mi próximo otoño dentro de la garganta de
una cloaca olvidada.
Me siento tan herido como usted, tan herido
que no me siento,
pertenezco a una dinastía de güistes. Soy un pelicano del desierto.
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