─¿Cuál es tu mundo? ─le dije─, mientras observaba una copa
y reemplazaba su voz por las nubes invertidas dentro de mis
ojos.
A juzgar por su expresión, ella temía que yo bebiese o que
acercara mis labios a su orilla.
Era un tetraedro en aquel tiempo, del cielo veía colgar
muchas trompetas oxidadas,
una a una se multiplicaban, como las moscas en los platos
sucios de la irreverencia.
Incluso ponía en mi mesa un lugar para los errantes moscardones,
aunque sobre ella solo hubieran noches y plenilunios de insomnio,
aunque sobre ella el plato se sirviera con cierta
acentuación de vértigo,
aunque sobre ella las sombras gritaran que yo ya no era el
mismo,
aunque sobre ella la lápida solo fuese un adorno invisible
y yo una servilleta, en la cual un escarabajo escribió todo lo que ahora estáis leyendo.
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