Mucho cariño subyace por parte del viento
hacia la sangre.
¿Qué hemos hecho? En tan solo cinco minutos
drenamos el último cabello
y estamos insatisfechos como la roca cubierta
de musgo. Falso navío.
¿Estáis vivo? Si hay suerte el olvido camine
lejos de mi sangre,
sí, la sangre. De pronto, las aves agitan sus
rocas y se elevan justo debajo de mis pestañas.
Odio tejer párpados cuando entre las cortinas
me observan los espectros.
Aquí y ahora, bostezan las páginas y rechina
ese viento que adora la sangre.
Nadie se atreve a dirigir la palabra a las
paredes, incluso yo que no soy, ni estoy.
Por cierto, cada minuto es póstumo en manos
del suplicio; tirita la voz,
cohibido el paraguas del sueño, las sombras lo
dicen mientras temen de sí mismas.
En el cuarto a oscuras, pasa esto y no pasa, la luz se ha bebido mis palabras.
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