Uno a veces olvida de qué está hecha la niebla
y sus viles rostros.
De la ciudad cuelgan racimos de rosas
perfiladas una tras otra,
la luz se traga sus propios finales, mientras
ellas desnudan el pez de mi alma.
(Comienzo
a creer en las carcajadas ensimismadas del egocentrismo:
ya no se
necesitan amigos para sepultar el pasado, solo cloacas y panteones.)
Los días avanzan como avanza la muerte entre
los maizales. Maíz esquelético,
lleno de universos forjados al absorber la podredumbre.
─¿Cuándo hablarás?
Acaso te sientes vencida tras tocar el violín
paupérrimo de la protesta.
Yo no estoy aquí por ti o por tus gangrenas talladas
en lágrimas.
Estoy aquí porque Él así lo quiso. Estoy aquí surrealmente como otro pájaro herido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario