Chorrea el llanto del arcoíris exánime de la
hojarasca.
Sin explicación alguna es azotada a mansalva
el alba de los muertos.
Sonríen los espejos con cierto espasmo, como
un poliedro dentro de un charco,
un espectro es atraído por el tic tac de las
nubes desvanecidas.
Las casas de la villa suelen ser fantasmas sin
entrañas, abanicos del olvido.
─El sol nace del sur, el manicomio brota por el
este, hay esfinges en las veletas.
A veces quizá sea un espantapájaros pagado
anticipadamente por Pilatos.
(No digo que lave mis manos con el rocío que
queda en los vendavales,
no digo que hurgue, ni requiebre los güistes oxidados del invierno.)
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