Una hoja se estrelló contra mi frente
y ahora una lóbrega ciudad habita sobre ella.
─Una gárgola me atisba con cierta luz pétrea
y la Luna deja caer sus sacrificios a la
tierra.
(Hay un
bosque de árboles negros en mis ojeras,
negros
como el vestido de un araña en el desierto.)
De flor en flor susurran los relámpagos y el
viento,
mientras vos acudís a la cripta donde rezan los
murciélagos.
De todos los días de la semana solo uno es
diferente,
y es aquel en donde germina y tañe el rocío
para los muertos.
Nadie vive en sociedad, todo ha sido separado
a propósito,
el conjuro de la agonía clava sus uñas y
sangra mi pecho.
Usted se lanza al vacío, con la ilusión de ver
al final el color de su sangre.
No es sangre ni rocío lo que usted verá, sólo será líquido crepúsculo carmesí.
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