Yo soy uno de los muertos del olvido;
ha fallecido lentamente, poco a poco, la sed
de chubascos.
He sobrevivido durante mil generaciones
y los muertos ya cobran lo que se les debe.
Camino a tientas. Quiero un ramo de faroles,
no de luciérnagas, necesito un ramo de
cipreses.
Bajo la hojarasca transitan los muertos,
es un reguero de agonía purificado por el Sol.
Las letanías avanzan y no dejan rastro de los
muertos,
son más de mil espadas las que atraviesan el
aliento.
Con las manos desnudas recojo el fuego del
suelo
y lo entrego a la noche, mientras los muertos
respiran.
Cuando recuerdo la tumba de aquel honorable
muerto,
recuerdo la vez en que vi el honorable
espíritu de un ave de luz.
Por cierto, las heridas no cauterizan las
lágrimas, las abren,
las abren aún más y siguen abriéndose como una
flor de loto.
Soy un viajero, un mensajero de los muertos,
el Sol se ha ocultado en la palma de vuestras manos.
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