La pompa de jabón se aleja
y en su vientre preso el horizonte;
se deslinda húmeda poco a poco entre el
viento.
¡Agachaos! Viene pronto una tormenta, un sollozo,
un árbol que se desmorona para complacer a la
intemperie.
Trabajad la vigilia. Demoled prontamente el
sueño,
los caballos viejos ya vienen y traen en sus
monturas el cadáver del frío.
No sé del relámpago. Soy un incrédulo con
vertientes de musgo
y con ojos crepitantes como las rocas que
golpea el agreste océano.
(Tengo
miedo de mí mismo. Incluso he roto todos los espejos,
mientras
con cada fragmento limpié el pómulo del candelabro.)
Oídme. Oídme mientras suenen mis ojos y mis
oídos os atisben;
pues cuando descienda por vuestros
vestigios,
ya tendré la forma de un millón de grullas dibujadas al azar.
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