Ésta, es una parvada de avestruces que profanan
la noche.
(A los
collados de la Luna emigraron los cuervos y los cisnes;
dos
caras: cara o cruz, cráneo o sombra, árboles negros bajo la almohada.)
Cada minuto se ha vuelto un bocado de lágrimas,
las luces del semáforo abofetean,
las hiedras han sido siempre el esparadrapo
amargo de las paredes.
─Nunca he dudado de las aristas, ahí duerme el
mendigo y sus estrellas,
ahí corre la sangre como en las olimpiadas
patrocinadas por el frío.
Y aquí, usted, ante un escarabajo que toma el
café exhumado de los violines,
mientras una araña teje sencillamente los gritos geométricos de los espectros.
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