Hay que entreabrir el ojo maldecido de Saturno
y sacar a redundar los vestigios sonámbulos de Marte.
Sonreíd. Buscad entre la risa. Buscadme como aguja en
camello
o como arcoíris que nace de un charco donde el universo se
tumba.
─Saca tu espada. Desenvaina tu vida y corta paulatinamente
la escarcha,
mientras examino en qué parte del sarcófago he dejado mojado
el aliento.
Yacen desnudas las dalias, entregadas a un puñado de cardos
envejecidos,
envejecidos tal cual ceniza de relojes y su indumentaria de
negro fuego.
Es un ave sin color posada como mariposa sobre la flor
invisible de los días.
Extinta la palabra. Extinto el abismo, el abismo verde del monte de Venus.
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